Noche

Noche.

Me pediste que te explique lo que sucedió aquella noche y te contesté que no me molestes más con esa historia.

Esa noche, todo estaba tal cual lo habías dejado, no sé porqué, pero de repente sentí unas ganas profundas de bailar, correr y correrme.

Entonces puse mi canción favorita.
Esa que es muy anti sistema y me hace sentir plena, libre, con esa dulce y estúpida sensación de osadía frente a tanta mentira, morbo y ego idólatra religioso y capital.

Entonces comencé a danzar.
 Casi por inercia mis manos ásperas y curtidas, por tanto laburar la tierra, los hilos y la sal del recuerdo, se fueron allí, a ese lugar que solo tú y yo conocemos.

Como le veo hace tantos años me animé a entrar sin golpear, ya basta con esto del permiso, me conoce, dale le dije, déjame pasar.

Y cuando di el primer paso me sacudió un sonido agudo que me rompió los oídos, comencé a ronronear, me arrastré para poder llegar, reí y lloré al mismo tiempo.

Le dije: Hola, soy yo, por favor, déjame entrar.
Me contestó: Siempre pides permiso.

Le contesté que estaba cansada, que todo es mucho.
Soy carne y hueso, ten piedad, siento que voy a morir, a veces cuando la luna engorda y le miro de reojo algo enojada, ella me contesta lo mismo que vos. 

Y... estoy cansada, quiero poder entrar como si fuera mi casa, como si fuera dueña y no inquilina. Dame esa oportunidad, me duele la espalda y se me cae el pelo a montones de tanto darle vueltas al asunto aunque no quiera, me persiguen cientos de reflexiones y algunos dolores, toda mi historia observando la idiotez e inmadurez de quienes esta noche no hacemos otra cosa que mordernos la cola, dar la vuelta, seguir en círculo.

Entonces, sucedió lo que esperé durante siglos pero no recordaba.

Sucedió.
Llegó a mi.

Y al fin accedí al placer que creía vedado.
Mi cuerpa estalló y se prendió fuega, me fuí a ese lugar del que vengo, caminé entre todas esas aguas, me reconocí en ellas y volví abrazada a mis piernas.

Me puedes preguntar: ¿porqué?
 ¿Porqué volviste?

Volví porque me di cuenta.

La noche resignificó la herida, era yo misma tratando de agarrar algo que no se agarra, no se toca, no se huele, no se come ni se roba.
Entonces comprendí la importancia de aquello que me dijiste una tarde en la mar.
"Ariell, de las olas la sal y de la sal el centro de aquella orilla, de allí aquí, una contigo forman la mar y la mar este planeta"

Y sí, allí te ví, viejita y arrugada, sonriendo a carcajadas, eran 3 los tiempos desencajados.

Duelo, muchas gracias y adiós.

Sopla el viento en mi cara, la noche devela ese amor que endulza toda la cama.


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