Tierra del Fuego

Cuando tenía 4 años madre me bañó y puso mi vestido favorito, uno de tul blanco y estampado con racimos de uvas.

Yo quería ser como la hija del amigo de mi padrastro que siempre llevaba zapatitos y medias blancas con puntillas, pero no, estaba todo el día jugando en la calle de barro, para qué me iban a vestir bonita si yo me ensuciaba tan rápido?

A veces me importaba mucho y otras no.
Quizás recordaba mi vestimenta cuando me decían lo hermosa nena que era, no lo sé.

En esa época mamá trabajaba todo el día, me dejaba a cargo de mi hermana adolescente de 14 años, que hacía lo que podía, entre su odio por sacarle el privilegio de ser hija única, tener ojos verdes, ser caprichosamente mimada por lástima de bastarda y su adicción al pegamento.

Nací en un contexto bastante intenso, pero eso lo escribiré en otro momento.

Vuelvo al vestidito de uvas que me encantaba.

Me lo puso, me hizo una colita tirante, usé las preciadas medias de puntilla y los glamorosos zapatitos negros de charol.

En la vereda de al lado estaban Sabrina, Ariel y Soledad jugando a hacer equilibrio en el banco hecho con un tronco al ladito de la sanja que rodeaba todas las casas, menos la de mi abuela, porque ella había hecho poner las cloacas y uno de los que encausó y tapó con cemento ese agua podrida era mi primo de 18 años, que en el entretiempo de la siesta, se acercó sigiloso cuando estaba haciendo burbujas con mi taza roja y el cosito ese de alambre a decirme que lo acompañe al lavadero.
Calladita, fui con él hasta el lavarropas donde entre frases me aseguraba de que esto nos encantaba a les dos y que por eso mismo no tenía que contarle a nadie, menos a mamá, que ese era nuestro secreto, entonces me subió al lavarropas, yo me fui a no sé donde y lo vi metiéndose debajo de mi vestido yumpers cuadrillé y ya.
Lo que vino después lo recordé en una regresión a mis 21 años.

Cuestión de que al salir estaban elles jugando y muy divertides me invitaron.
Dudé mucho al principio, observé mi vestido pulcro y esas medias con puntilla, sabía que el riesgo era caerme y arruinar ese paraíso de tul, pero acepté, me dije por dentro - lo hago una vez y ya está-
Bieeennn!!! gritaron Ariel, Sabrina y Soledad, que se suba! que se suba! que se suba!
Elles habían pasado la prueba y claro que sus ropas eran las mismas que yo todos los días pero no en ese momento, short, remera desgastada y ojotas o zapatillas de tela.

Me subí, el momento de gloria de caminar por el filo, confiaba en cada paso que daba hasta que por un segundo, bajé mi mirada y ví el vestido blanco precioso y mis zapatitos de charol... y  recordé que estaba siendo la nena que envidiaba y que corría riesgo de arruinarlo todo cayendo a la sanja podrida.

PLAFFF, caí.

Silencio letal por al menos 10 segundo.

No eran tan crueles mis vecines, todes estábamos parchando lo que no entendíamos en casa con nuestra amistad y por eso tomábamos esa calle todos los días hasta la cena, Tierra del Fuego, el último barrio de Morón, justito antes de convertirse en Castillo, Texalar.
Creo, estoy segura de que teníamos algún tipo de consciencia de eso, porque en el fondo, no éramos niñes o sí pero no teníamos inocencia...o si... en fin, esto de los abusos, las drogas, la muerte, la pobreza y la desesperación te arrebatan todo lo que hoy como adulta puedo nombrar.

Me ayudaron a salir del pozo podrido, pero lo peor aún no había sucedido, tenía que ir a casa y pedirle a mamá que me cambie y que vea lo que hice con el vestido más lindo y el único caro, por supuesto, que tenía.

Llegué empapada en olor a mierda, los ojos se le abrieron como 2 huevos fritos, me miró de arriba abajo y dijo - Ay! Carolina! No te vuelvo a vestir como nena linda nunca más! Ahora no te voy a volver a bañar en la ducha eh!.
Y me llevó al lavadero, me bañó con la canilla en la bacha, puso a lavar el vestido adorado y vistió con el short de coca-cola y una remera blanca desteñida de Xuxa.

-Puedo ir a jugar?
-Si andá, pero no te caigas de nuevo en la sanja! prestá atención cuando jugás! siempre en las nubes vos eh!

(este es el momento en el que escribo entre lágrimas y falta de oxígeno)

Salí corriendo, les pibis estaban arriba del árbol, 3 de la tarde, trepé y jugamos a tirar piedritas desde arriba al tacho de basura hasta que alguna de nuestras madres, abuelas o tías gritara -A tomar la merienda!!...

Gracias niñez, gracias madre, ese instante hoy me salvó la cabeza.

Hace 7 años me llamo Ariell.


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