Cáliz

2 de noviembre 2017

CÁLIZ

Horizontes.
Encontré la palabra, la tengo entre mis dedos.
Jugueteo con ella, me parece divertido haberla descubierto.
Su vulnerabilidad excesiva, tirria del colonialismo y su romanticismo.
Medianoche, puntual las cero se apodera la aguja y lentamente, lentamente, se moviliza escurridiza la sensación del territorio, lo que no es tuyo y nunca lo será.
Mi juicio desciende hacia el espejo, aturdida, embebida en simbología, me abro de piernas y hasta la última gota es mía.
Antagonismo y para ser simpática soy la territoria habitada, amiga de mi enajenada escorpiana.
Arena en el aire, desierto que sopla un sol radiante y mis pies bailantes parlotean con las víboras que suben por la espalda y sacuden mis costillas.
Soy huesos.
Exilio saboreando los sonidos ornamentados por lo familiar del deseo.
¿Qué quieres que te diga?
¿Qué quieres escuchar?
Sucumbe ante la comida el desafío de ser mía, solo mía y desde ahí cantarle a las ruinas, ser presente y pretérito perdida, yo siempre me encuentro cuando ando perdida.
Bailarina, la que me lleva de viaje y es oídos cuando beso, cuando toco, cuando apelo a mi conjuro y ritual.
Que arda, que arda, que arda desde lo personal.
Revolución.










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